Pinus halepensis Mill.
Esp.: Pino carrasco. Fra.: Pin blanc, pin d’Alep. Ing.: Mediterranean pine, Aleppo pine. Ara.: Senuber, snuber, snuber halab, raurai. Tam.: Taïda, taiia, azumbei (Cabilia), azenbi, azuber, igengen.
Árbol perennifolio, monoico, de talla media de hasta 20 m de altura en terrenos muy favorables. En los ejemplares adultos el porte es muy irregular, pero generalmente con aspecto redondeado. Los árboles jóvenes tienen aspecto cónico. Dependiendo del hábitat el tronco suele ser tortuoso o estilizado, pudiendo alcanzar hasta 1,5 m de diámetro. Pino frecuente de las costas mediterráneas, en las zonas más castigadas por los temporales y suelos rocosos toma con frecuencia forma achaparrada, arbustiva, con ejemplares añosos que pueden alcanzar hasta 10 m de diámetro y apenas 2 m altura. La corteza es cenicienta, blanquecina o argéntea, característicamente lisa al principio, tornándose de parda a pardo-rojiza y agrietada con la edad. Ramas y ramillas más delgadas que en otros pinos. Sobre la terminación de las ramillas nacen las hojas agrupadas en parejas sobre una especie de pedicelo que las envuelve en la base. Las hojas son de color verde claro, flexibles y muy delgadas (6-15 × 0,05-0,1 cm). Conos masculinos oblongos (5-8 × 3-4 mm) amarillentos, agrupados en gran número en espigas cilíndricas de 5-8 cm cerca de la terminación de las ramillas. Conos femeninos ovoides (5-12 mm), primero verde-rosados, luego violáceos, largamente pedunculados. Estróbilos característicos por su grueso pedúnculo leñoso de 1-2 cm, ovoideo-cónicos (6-12 × 3,5-4,5 cm), alargados, con apófisis romboidal casi plana y pequeño apéndice central romo. Piñones pequeños (5-7 mm) con alas 3-5 veces mayor.
Floración:
marzo-mayo.
Fructificación:
agosto-octubre del segundo año, abriéndose la piña para diseminar los piñones en la primavera del tercer año.
Hábitat:
Terrenos secos y soleados desde el nivel del mar hasta los 2200 m. Sobre sustratos muy diversos, en ombrotipos de semiárido a subhúmedo. Es el Pino norteafricano que mejor soporta la sequía y las altas temperaturas y, por tanto, es el más abundante y mejor distribuido, pudiéndose encontrar desde el Mediterráneo hasta el Atlas Sahariano.
Distribución:
Región mediterránea. En el N de África aparece aquí y allá en toda el área comprendida al N del Sahara, en Marruecos, Argelia, Túnez y Libia (Cirenaica). Antiguamente debió ser muy común en las vastas estepas comprendidas entre el Atlas Telliano y el Atlas Sahariano, de donde actualmente casi ha desaparecido.
Observaciones:
Los pinos tienen dos características que les hacen competir con ventaja casi con cualquier otra especie arbórea en regiones como la mediterránea a la hora de recolonizar un terreno recién deforestado. En primer lugar, son especies heliófilas que prosperan bien en suelos desprovistos de vegetación que les pudiera ensombrecer y, en segundo lugar, su crecimiento es el más rápido entre las especies forestales mediterráneas. Como la destrucción de los bosques naturales por roturaciones, incendios y pastoreo ha sido una constante en la historia natural del N de África, sin duda se ha favorecido con ello la expansión de los pinares y ello explica por ejemplo que constituyan actualmente la mayor superficie forestal de la región, con casi un millón y medio de hectáreas.
En la región mediterránea los pinos son oportunistas, colonizadores de ecosistemas enfermos, pero no debe olvidarse que son autóctonos, aunque actualmente de forma natural serían poco comunes. La presencia de polen fósil de P. pinaster de hace 10.000 años en Cabilia o de hace 7.000 en el Rif, así lo demuestran. En la región siempre hubo pinos, de hecho, la presencia en el N de África de subespecies y variedades endémicas de P. nigra y P. pinaster no puede ser más que el resultado de una antiquísima presencia de pinos en la zona.
Uno de los mejores lugares para observar el avance de la desertificación es la base de la vertiente S del Atlas Telliano. Antiguamente la zona estaba cubierta por densos encinares, pero éstos fueron progresivamente desapareciendo por las talas (que los destruían) y la agricultura, el pastoreo y la creciente desertificación (que impedían su regeneración). En algunos lugares las encinas muertas todavía están en pie, formando bosques de esqueletos sobre una estepa de esparto y romero, en la que ha desaparecido toda posibilidad de regeneración natural del encinar. Sin embargo, aquí existen pequeños bosquetes de P. halepensis en perfecto estado de salud. Una adecuada repoblación forestal a gran escala con este pino y la eliminación del pastoreo protegerían el suelo de la insolación y la erosión, creando así probablemente unas mejores condiciones para la posterior repoblación del encinar y consecuente freno y retroceso de la desertificación. Algunas plantaciones efectuadas con este pino hace medio siglo en el N de África, están dando lugar a la regeneración espontánea del bosque mediterráneo original de frondosas, con árboles y arbustos que en los lugares menos secos ya igualan e incluso superan la altura de los pinos.
En Argelia se inició en 1974 un ambicioso programa para frenar el desierto. El gobierno de este país se propuso plantar a lo largo del límite septentrional del Sahara una franja forestal de 3.000.000 ha. Las plantaciones comenzaron con gran ilusión para formar lo que se dio en llamar «La barrera verde». Túnez y Libia se interesaron por el proyecto para continuarlo en sus respectivos territorios. La especie más ampliamente utilizada fue P. halepensis (supuso más del 85 % del total de árboles plantados) pero no se realizó con las técnicas más adecuadas y el proyecto no parece evolucionar según lo esperado.
Estado de conservación:
Especie común. En la Lista Roja de Especies de la UICN ha sido catalogada como Preocupación Menor (LC) a nivel global (Farjon 2013).