Como plantar árboles está de moda, y más lo estará en los próximos años, conviene conocer bien las especies autóctonas. En esencia, son las que de forma natural (sin la ayuda intencionada o accidental del hombre) crecen en un determinado lugar. Esto parece muy simple pero la situación se complica si la vegetación de ese lugar ha sido muy arrasada desde hace tiempo y no permite ya intuir directamente de qué se trataba. En casos así, en los que permanecen pocos o ningún resto de la vegetación natural o si la que aparece plantea dudas de su naturalidad, se puede recurrir entonces a los especialistas en Botánica, Biogeografía, Geobotánica, etc. de la universidad más próxima. Preguntar a los ancianos del lugar también puede ayudar pero se corre el riesgo de que estos, aun con su mejor intención, puedan dar una información errónea. Hay que tener siempre una visión histórica, de miles de años, conjugando saber histórico y buenos conocimientos biogeográficos. Nuestros abuelos nacieron cuando ya había numerosas especies exóticas e invasoras en los campos (eucaliptos, agaves, opuntias, etc.), por lo que a veces nos dirán que son especies del terreno, que siempre han estado aquí.
Que una especie sea autóctona de Marruecos no implica ser autóctona de todas las zonas de Marruecos. Esto, mal entendido implica que, con frecuencia, la administración, empresas, ONGs o viveros ofrezcan plantas como autóctonas, aun a sabiendas de que se van a plantar en zonas donde no lo son. El N de África es complejo biogeográficamente, pero esto no es un problema, gracias a su complejidad y diversidad de suelos, climas y microclimas, atesora una extraordinaria biodiversidad. Dentro de Marruecos, poblaciones de una especie del Alto Atlas son genéticamente diferentes a las del Anti Atlas de la misma especie. La biodiversidad nacional hay que conocerla y respetarla, no distorsionándola plantando cualquier especie en cualquier parte
Preservar el genoma de las plantas, es de suma importancia para el futuro de la humanidad. Por eso es tan importante conocer la procedencia de las semillas. En una región con tanta diversidad genética como el N de África, sólo deberían sembrarse semillas forestales en la zona de la que proceden. Si se quiere sembrar en un terreno, y no se encuentran en el mercado semillas o plantones de esa procedencia, lo mejor será recoger semillas directamente de los árboles y arbustos autóctonos de la zona en que se quiere plantar.
Son preferibles los hoyos (manuales o mecánicos) a las rectilíneas zanjas echas por tractores que eliminan buena parte de vegetación autóctona (si es que queda), desestructuran los suelos, y artificializan el paisaje.
Plantar jóvenes árboles de 1-2 años entre arbustos espinosos parece buena idea para proteger a la nueva planta de los herbívoros pero pronto entrará en competencia con la especie nodriza y una de las dos acabará dominando a la otra. Es mejor plantar donde no haya otras plantas leñosas para que las raíces se desarrollan mejor sin competencia por los nutrientes. Con el paso de los años las raíces de unas y otras se acabarán comunicando, estableciendo relaciones, entonces sí, beneficiosas para muchas de ellas y para la formación y mantenimiento del suelo. Para protegerlas de la insolación, la sequía, las heladas y/o los pequeños herbívoros, es mejor ponerles un tubo protector opaco (no de malla). Los tubos protectores (enterrados al menos 10 cm) además de la protección citada, tienen otras 2 grandes ventajas. Se aprovecha mejor el agua al ser regados pues el tubo la retiene casi toda para la planta y, por otro lado, el tubo permite a la planta un crecimiento en altura más rápido que crece principalmente hacia arriba buscando la luz solar.
Una vez plantados los jóvenes árboles en hoyos dispersos por el terreno (no de forma rectilínea) y puestos los tubos protectores, conviene dar un riego de apoyo al principio de la época seca (para ayudarles a superarla) y otro a finales de esta época (por si las lluvias se retrasan), al menos los 2 primeros años, hasta que arraigue bien la planta sobre el terreno.
Pasados 1-3 años la copa de la plántula habrá salido por encima del tubo, entonces, para que los herbívoros (silvestres o domésticos) no se la coman ni se pare el rápido crecimiento en altura, hay que sustituir el tubo por otro mayor (de aprox. 30 x 130 cm), enterrando unos 20 cm en el suelo. A los 4-6 años, cuando la copa salga ampliamente del segundo tubo, este ya se podrá retirar pues la planta estará bien arraigada y la corteza del tronco endurecida, protegiendo a la planta de pequeños herbívoros. A los grandes herbívoros hay que seguir manteniéndolos alejados todavía unos pocos años más, hasta que no alcancen a devorar las partes media y superior de la copa.
Por supuesto hay otros procesos de siembra y/o plantación pero el descrito respeta al 100% el medio natural y contiene una buena relación coste/éxito del futuro bosque. Puede llevarse a cabo con grandes presupuestos, camiones y otros medios, o bien, con menos medios pero mucha ilusión, por las comunidades locales, los niños de la escuela, asociaciones de cualquier tipo, etc.
No obstante lo más importante para recuperar vegetación, bosques y biodiversidad no es plantar árboles (aunque indiscutiblemente sea una buena labor), lo realmente importante es conservar y permitir que se desarrolle libremente la vegetación natural. Para recuperar los bosques, en muchas ocasiones lo mejor es dejar de actuar sobre el terreno, pero eliminando, eso sí, las especies exóticas. El bosque, libre de nuestros manejos y, sobre todo del pastoreo, se recupera bien por lo general, aunque el proceso sea lento. En la zona mediterránea no desértica, con simplemente poner un vallado de exclusión, para que no entre el ganado, se garantiza una rápida y eficaz recuperación del bosque si hay árboles autóctonos cerca. No tan rápida ni vistosa pero también muy positiva resulta esta sencilla estrategia en zonas saharianas y sahelianas.
Además de la creciente invasión de especies exóticas, el sobrepastoreo, en cualquiera de sus formas, es la principal amenaza para la conservación de la mayoría de los ecosistemas terrestres en el N de África.
Cuando se pregunta a los expertos del N de África por los problemas de las plantas autóctonas, casi todos citan en primer lugar el sobrepastoreo. Y el que no lo dice en primera instancia, tras recapacitar un poco admite que sí, que es el principal problema. Es algo reconocido desde hace más de un siglo pero las estadísticas muestran como las cabañas ganaderas, y en consecuencia el desierto, siguen creciendo continuamente en los países norteafricanos.
En realidad el número de cabezas de ganado a veces no parece excesivo pero, teniendo en cuenta la creciente pobreza de los suelos, la sequía y la progresiva eliminación de la vegetación natural, en la mayor parte del territorio cualquier presión ganadera puede resultar ya excesiva. La mayor parte de los suelos no urbanos necesitan de urgente protección frente a la ganadería y el desierto. Se ha dicho miles de veces, en foros locales, nacionales e internacionales. Amplias zonas (cientos de miles de ha, especialmente junto a los cursos de agua y en laderas de colinas y montañas) deberían ser preservadas del pastoreo durante al menos 30 años. Más tarde, cuando la parte inferior de la copa de los árboles haya superado ampliamente los 2 m de altura, podrán abrirse de nuevo a un pastoreo bien regulado, sostenible, que encontrará unos excelentes pastos donde 30 o 40 años atrás solo había piedras, tierra y polvo.
Para conservar y recuperar la biodiversidad en el norte de África y en el resto del mundo, especialmente la biodiversidad vegetal (la base de los ecosistemas), la sociedad debe entender que proteger lo que queda de los bosques, matorrales y sabanas, erradicar el sobrepastoreo y las especies exóticas, es más importante que plantar árboles.
Por tanto, para frenar la pérdida de biodiversidad y la creciente erosión y desertificación en el N de África, lo ideal es la combinación de estas 3 prácticas:
- Reducir drásticamente la presión ganadera sobre el medio natural. De forma definitiva o al menos acotando numerosas áreas de gran superficie, dispersas, hasta que el bosque o la sabana se recuperen (unos 30-40 años) y luego reabrir de nuevo a una ganadería sostenible.
- Desarrollar plantaciones masivas, mixtas, de árboles autóctonos, bien planificadas, recreando en lo posible al antiguo bosque, no alineadas, con tubos protectores opacos y con riegos de apoyo al menos en las estaciones secas de los primeros 2 años. O con otras técnicas respetuosas con el medio ambiente de igual o superior eficacia.
- Erradicar a las especies exóticas e invasoras que tanto daño hacen y aún más harán (si no se toman medidas) a la economía y a la extraordinaria biodiversidad africana.
Para la creación de parques, avenidas, jardines, medianas, rotondas, etc. con especies autóctonas se puede elegir entre una gama aún más amplia de especies locales y comarcales. Con imaginación se crearán así zonas de gran belleza, con multitud de formas, aromas y colores. Con el valor añadido de que actuarían como jardines botánicos para la educación ambiental.
Si lo que se pretende es una explotación maderera intensiva, rentable, con especies autóctonas o alóctonas, evitando que estas últimas se expandan espontáneamente, también sería aceptable, pues todos consumimos madera y papel, pero esto ya son cultivos de madera, no son bosques. Sin embargo, dado que las explotaciones madereras de los bosques naturales en el N de África son poco o nada rentables en la mayor parte del territorio, lo más deseable y rentable aquí es dedicar los bosques a otros usos, de modo que con su recuperación se beneficiará la sociedad, con producciones forestales sostenibles, no agresivas para suelos y biodiversidad. Debe reducirse al máximo la explotación maderera y fomentar otras más sostenibles como la saca de corcho y otros frutos no leñosos ni maderables, la apicultura, el turismo rural, la retención de suelos y humedad (lo más importante económicamente), la captura de CO2, etc.